sábado, 20 de febrero de 2016

TRASTEANDO EN WATTPAD


¿Recordáis aquel fragmento inconcluso que publiqué hace unas semanas llamado «El cuento de Ryn»? Pues con la excusa de estrenar mi nuevo perfil en la red social de escritores y lectores Wattpad (un sitio muy recomendable, tengo que decir), he tomado la determinación de subir allí el primer capítulo (ahora sí) completo, con algunas variaciones con respecto al original y con vistas a continuar la historia si nada se interpone en el proceso.

Wattpad facilita mucho las cosas a la hora de publicar y dar continuidad a los textos, así como para dar voz también a los lectores, con la ya inevitable posibilidad de “favoritear”, de realizar comentarios y seguir a autores, o de confeccionar una lista de lectura o biblioteca. Todo muy práctico en general. Registrarse es rápido y sencillo además, tanto como puede serlo twitter, por ejemplo.

Os invito a que os paséis por allí y ojeéis un poco. Hay mucho que ver, desde luego. Y ya si le echáis un tiento a «Ryn Galván & Los visitantes oscuros», pues mejor que mejor.


¡Nos leemos!



domingo, 14 de febrero de 2016

RELATO: NATASHA



La noche le duró la mitad de un segundo.
  Cuando despertó no recordaba el sueño completo, solo imágenes que se revolvían en su cabeza como espuma en la explosión de una ola. Había un hombre, o dos, y esa oscuridad pesada que se da mucho después de la medianoche. Recordaba el calor, y el contacto físico, y el vapor. Y todo era de un potente color escarlata. Dejó escapar un tímido jadeo enquistado en la garganta, perdido, como los rescoldos de un fuego o las zurrapas del café. Y se sintió de pronto ruborizada, medio incorporada en la cama como estaba y junto al cadáver todavía dormido de su marido. Menos mal que no podía verla en aquel momento.
    Se levantó de un salto, más efusiva de lo que le gustaría reconocer. La luz velada de la mañana la protegía. El cuadro que era la ventana mostraba un código de barras luminosas, con la suficiente intensidad como para poder localizar las simpáticas zapatillas de cabeza de león que se medio asomaban desde debajo de la cama. Serían las siete, siete y media, más o menos. Salió en silencio y cerró tras de sí. A su espalda, los ronquidos del ogro chocaron contra la madera de la puerta. Antes de dirigirse a la cocina, miró en secreto hacia la habitación de los niños, y rezó porque aquella puerta no se abriera en un millón de años.
    Café.
    La monótona danza de la taza en el microondas la mantuvo hipnotizada unos segundos. No pensaba en nada; no sentía nada. Apoyada en la encimera de mármol no era mucho más que aquella taza de café recalentado. Y al poco vio, mirando hacia ninguna parte, la perfecta recreación de una tarde de lluvia. Vio a una pareja de niños corriendo a través de la hierba mojada, con sonrisas que no les cabían en la cara. El cielo era del color de una vela antigua. La tarde era para ellos, eso lo recordaba, y el tiempo se había convertido en una moneda que les rebosaba en los bolsillos. El chico se llamaba Rubián. ¿Era Rubián? Sí, Rubián. Y la niña estaba claro que ya no era ella.
    Los pequeños se refugiaron en una choza desvencijada, con el aspecto de una vieja con el pelo mojado. Las risas podían con la lluvia. Saltaron, se empujaron y se escondieron entre los pliegues oscuros del refugio, como los únicos habitantes de un planeta abandonado. La voz de ella era el sonido de la primavera; la de él contenía el vigor furioso del invierno.
    Recordó la oscuridad y el calor. Sobre todo el calor. Y una espiral de sombras que se arremolinaban ante sus ojos. Los dos se atrevieron a caminar por terrenos prohibidos, apartando la bruma al son de un palpitar nervioso. Ahora que…
    —¡Mamá!
    Las voces sacaron a Natasha de su ensimismamiento.
    La mujer puso toda su esperanza en que aquella llamada fuese solo el rumor del viento tras la ventana; una especie de chasquido que, con una carambola inesperada, habría sonado extrañamente parecido a…
    —¡Mami, ven! ¡Mamá!
    El microondas se detuvo. ¡Ding! Y Natasha se incorporó. La lluvia cesó. Las risas desaparecieron, amortiguadas por el escandaloso silencio de la mañana. Ya no estaba Rubián, ni la chiquilla. Tampoco la choza decrépita. Solo una taza y aquel microondas que ya pasaba de los diez años.
    Natasha recompuso los pedazos de su recuerdo y los guardó en el desván, bajo llave. Cogió el café y, a sorbos, se dirigió hacia la habitación, levantando con artificios una mueca muy parecida a una sonrisa.


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Como (casi) siempre, la ilustración que le da valor al relato está sacada de DevianArt, y en esta ocasión pertenece al artista KaranaK. Si pulsáis sobre su nombre viajaréis como por arte de magia hasta su perfil en la web. Ah, y por cierto, ¡Feliz San Valentín a todos!

viernes, 5 de febrero de 2016

MICRORRELATO: LA VIDA DE LOS ATUR


El dios de la luz, a sabiendas de que su hermano utilizaría su deseo con malas artes, decidió proteger al pueblo de Atur con el don de la longevidad, siendo así que los atur vivirían más allá de los cien años, esquivando a la muerte ya les viniera de frente. No pudo erradicar el dolor de sus vidas, eso sí, pues ninguna criatura, dios u hombre, puede zafarse del dolor, mas sí que les otorgó esta breve pero inquebrantable inmortalidad.
    Su hermano, con aquella inteligencia fría que produce pavor, esperó a que el primer deseo surtiera efecto, y entonces se adelantó y profirió estas palabras que hicieron eco en el amplio salón en donde residían: «Los atur vivirán más allá de la centuria, pues así ha querido Efimo que ocurra, sin que yo pueda mancillar ni uno solo de esos años con la muerte. Lo respeto pues. Mi deseo, por lo tanto, será el siguiente: la colina en donde viven estos seres ahora inmortales se plegará sobre sí misma, convirtiéndose en una profunda olla resbaladiza por la que ningún brazo podrá escalar. Del fondo de la misma brotará un líquido, y ese líquido será como el agua, pero no será agua, y estará hirviendo, a esa temperatura a la que hierven los cangrejos. Atur sufrirá un dolor indecible, pero no podrá rendirse. Buscará el aire bajo el agua abrasiva , pero no se ahogará. Y deseará el abrazo durmiente de la muerte, y gracias a la gesta de mi hermano, éste no llegará.»


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Tres cosas. La primera, la ilustración que corona la entrada está extraída directamente del manga «El legendario escultor de la luz lunar». Aprovecho la ocasión para recomendaros su lectura; en lo visual es impresionante. Dos, el texto, casi casi con el pie puesto en los límites del microrrelato, pertenece a un relato corto aún por terminar (para variar). Es un fragmento que uno de los personajes del mismo escribe en una hoja de papel. Me pareció que funcionaba por sí solo y encontré interesante subirlo al blog. Y en tercer y último lugar, y a modo de curiosidad (por si algún fan de la obra de Patrick Rothfuss anda por aquí cerca), está el tema de los atur. El nombre Atur me vino a la cabeza mientras escribía esta parte del relato; así, sin pensarlo demasiado. Me gustó y ya está. Luego me di cuenta de que esta denominación ya existía en «Crónica del asesino de reyes», lo cual, en vista de que leí el primero de esta trilogía no hace mucho, deja claro de dónde me vino la inspiración para elegirlo. Aclarar, por si hace falta hacerlo, que “mis” atur no tienen nada que ver con los del maestro Rothfuss. Ojalá, pero no.

«El legendario escultor de la luz lunar»